jueves

A través de un pozo

Este es el texto de Judith Riambau.

Tenía sueño, mucho sueño, pero había una luz que me irritaba los ojos y me obligaba a abrirlos. Era la luz del sol en medio de la oscuridad. Cerré los ojos, pero la necesidad de saber dónde estaba me obligaba a abrirlos. Me levanté del suelo y me di cuenta de que estaba en un pozo que conducía al pasado, pero sin agua. Intenté recordar cómo había llegado hasta allí, pero me dolía mucho la cabeza y no podía pensar. Escuché una voz, miré hacia arriba y me di cuenta de que era a mí a quien llamaban. Cuando finalmente me ayudaron a salir, me fijé en las personas que me habían ayudado. No se veían normales, no las había visto nunca y llevaban unos vestidos..., parecían unos personajes de la película “Tarzán”.

Miré a mi alrededor, no había árboles, ni plantas, nada, no había nada, luego vi a unos niños de idénticas características que los mayores. Empecé a sentir miedo, pero me di cuenta de que eran buena gente. Me miraban extrañados porque yo era diferente. Me veían como algo nuevo. Y sin dejar de observarlo todo, me di cuenta de que me encontraba en la Prehistoria. Pero, ¿cómo? Empecé a ir recordándolo todo: la tarde del viernes, después de ir al cine con mis amigas, me fui yo sola al bosque a buscar leña, y sí, me caí en un pozo. Ahora lo recuerdo todo perfectamente.

Tenía que pensar en cómo regresar. ¿Y si me volvía a meter en el pozo? A lo mejor eso servía. Pero no creía que fuera tan fácil, me fui a un sitio donde pudiera estar sola y empecé a pensar. Lo tenía: si utilizaba unas cañas y algo útil de lo que encontrara, podría construir una máquina para volver al presente. ¿Quién sabe? En clase, nos habían enseñado muchos trabajos técnicos. Pero empezaría a construirla al día siguiente, ahora estaba cansada.

Cuando desperté, me puse a buscar todo lo que necesitaba y empecé mi trabajo. Al cabo de varios días lo terminé. Ya lo había construido. Y ahora sólo me quedaba saber si funcionaría, estaba ansiosa por probarla, ¿pero, y si no funcionaba? No me podía arriesgar, tenía que encontrar algo útil para probarla. En ese instante me acordé de lo que explicaron en clase de que los científicos utilizaban unas cobayas para hacer experimentos y en esos instantes pasó una cobaya, y decidí probar con ella, ¡funcionó! La cobaya desapareció. Ahora ya podía ir yo. Estaba más ilusionada que nunca. Seguro que funcionaba, y me metí derecha en la máquina, todo se movía y me di cuenta de que el paisaje cambiaba. ¡Lo había conseguido! Iba de regreso a mi casa. Cuando llegué se lo conté a todo el mundo, pero nadie me creyó.

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